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No se trata, como podría pensarse, de un simple masaje, sino de un examen regular acerca del estado del ser que se espera traer a la vida, estableciendo regularmente su posición, que, de no ser conveniente, tiene que corregirse sobando con cuidado. Todo esto exige de la partera mucha sapiencia acerca de tanto el proceso como de la anatomía femenina, así como el modo en que hay que palpar, algo que se adquiere con mucha práctica. Inicialmente unas parteras aprendieron directamente de otra, algunas incluso casi sobre la marcha; pero otras han sido certificadas por un centro de salud local o regional. Cosa que lleva, como puede adivinarse, a la ambigüedad de la medicina institucionalizada: como cuentan varias de las entrevistadas, su labor despierta simpatía entre unos médicos, pero entre otros no. Del mismo modo como para unas, ciertos procedimientos de los médicos son errados.

Un punto particular de discordia es el alumbramiento. Para las parteras, el parto no se debe inducir ni acelerar; más bien, conviene esperar el momento de mayor dilatación, tarde lo que tarde, evitando la cesárea. Pero, por otra parte, el carácter indoloro de ésta más su rapidez, ha hecho que no pocas mujeres la prefieran. Sin embargo, el documental también presenta el testimonio de una madre que ha tenido previamente preeclampsia y que, para no correr el riesgo nuevamente prefiere recurrir a tratarse con la partera.

Sobada Maya

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